Durante años, fue conocida por su apariencia llamativa: su piel pálida, ojos brillantes y su largo cabello blanco‑rubio. Como joven con albinismo, su look destacaba de forma natural, y su cabello hasta la cintura se convirtió en una parte emblemática de su identidad.
Pero con el tiempo, empezó a sentirse agobiada por él, tanto física como emocionalmente. El mantenimiento, los nudos, la atención constante… todo se volvió demasiado. Quería algo diferente. Algo valiente.
Así que tomó una decisión. Entró en un salón y pidió que se lo cortaran casi todo. No un recorte. No capas. Un corte corto.
El estilista se detuvo, luego sonrió, entendiendo que no era solo un cambio de estilo—era una declaración.
Mientras los largos mechones caían al suelo, ella observaba en silencio. Centímetro a centímetro, la niña del espejo se transformaba. Su rostro se volvía más visible, sus rasgos más definidos.
Cuando terminó, se miró y sonrió. Era un nuevo look, pero de alguna manera… se sentía más ella que nunca.
Los amigos quedaron impactados. Algunos no la reconocieron de inmediato. Pero todos coincidieron—se veía segura, fresca y poderosa.
No fue solo un corte de pelo. Fue un momento de autodescubrimiento.
Y ella lo asumió por completo.
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